"La cruz del Calvario de San Juan de los Lagos Jalisco 1733".
- Felipe de Jesús López Contreras
- 8 jun 2016
- 12 Min. de lectura
Para Carmen Alicia, que nació y creció en el barrio El Calvario.
La Reforma católica llegó, o al menos eso se intentó, a cada región, a cada rincón de las comunidades católicas del mundo. Esta fue la respuesta al protestantismo, cuyas críticas al catolicismo apuntaban contra el culto de los santos, las imágenes, la poca preparación del clero, la ignorancia de los fieles católicos y la distribución de indulgencias a cambio de dinero. Podemos añadir que la Reforma católica partió de un punto principal, la poca preparación de fieles y del clero.
Sin embargo, esas críticas se convirtieron en instrumentos para la Reforma católica. Si el protestantismo criticó el culto a las imágenes y a los santos, la Reforma católica buscaba en las imágenes que los fieles les rezaran, que sirvieran como modelos de virtud, modelos de comportamiento pero, también, que sirvieran para la protección de los fieles católicos. Las imágenes como los cristos, imágenes marianas y de santos, se debían de honrar, “porque el honor que se da a las imágenes, se refiere a los originales representados en ellas, de suerte que adoremos en Cristo por medio de las imágenes que besamos”[1]. Además, a las imágenes se les debía de invocar de manera humilde, para obtener la intercesión como “auxilio para alcanzar de Dios los beneficios por Jesucristo su hijo, nuestro Señor”[2]. Por otra parte, las historias de las imágenes y los santos servían como guía a seguir para obtener la salvación, como enseñanzas para el ignorante. Las historias de imágenes y santos debían de servir para la instrucción de los fieles católicos. Además, los santos y las imágenes eran intercesores ante Dios.
Ejemplo de esta honra a las imágenes, que intentó la Reforma católica, es un expediente, del Archivo del Arzobispado de Guadalajara, del 1 de junio de 1733. Este nos dice que en el pueblo de Nuestra Señora de San Juan de los Lagos, un hombre, llamado Miguel Jerónimo Martínez, estaba preocupado, porque el pueblo no contaba con ninguna sombra, ningún árbol o edificio en el cual se pudieran refugiar los peregrinos que iban a visitar el templo de la virgen de San Juan de los Lagos. Los peregrinos entraban por la calle principal, llamada El Calvario. En la cima de esa calle existía una cruz, “La cruz del Calvario”. Los peregrinos y vecinos del pueblo, amarraban sus animales en la cruz, “los jumentos y otros animales [llegaban] a refregarse al sagrado madero”[3]. Aquella práctica, consideraba Miguel Jerónimo Martínez, era una indecencia para la Cruz del Calvario[4]. La Reforma católica, procuraba que las imágenes fueran honradas y mantenidas de una manera decente.
Para mantener la decencia de aquella cruz, Miguel Jerónimo Martínez pidió licencia a Carlos Gómez de Cervantes, catedrático jubilado de decreto en la Real Universidad de México, Obispo de Guadalajara Nuevo reino de la Galicia y de León, para fabricar una ermita o capilla a su costa, según sus posibilidades, sin que para esto sea necesario limosnas, salvo que algunos quieran voluntariamente cooperar con algunos materiales[5]. La licencia fue otorgada, por el Obispo de Guadalajara, el 22 de julio de 1733. La preocupación de Miguel Jerónimo Martínez nos resulta interesante, porque podemos interpretarla como una asimilación de las enseñanzas que postulaba la Reforma católica: la honra a las imágenes. La decencia de la cruz no era a la cruz misma, sino a lo que representaba, el lugar en donde había muerto Jesucristo. Porque la cruz “representa la Sagrada Pasión y muerte de Nuestro Señor Dios y redención Nuestra”[6]. Las imágenes representaban al prototipo, servían para acercar a Dios o a la divinidad a los fieles. La honra que se daba a las imágenes no iba dirigida a la imagen en sí, sino a lo que representaba. Las imágenes tenían la utilidad de ser “sustituto afectivo que recibe el amor que se tenía a un ser querido y desaparecido; ‘rememorar la memoria’… es un instrumento [la imagen] de dominación política al servicio de una adoración a distancia”[7].
Miguel Jerónimo Martínez, pedía un cerco, una ermita, para custodiar la cruz, porque no se contaba con ello. Martínez, no estaba alejado de lo que postulaba la Reforma Católica, que decía: “se deben tener y conservar, principalmente en los templos, las imágenes de Cristo, de la Virgen madre de Dios, y de otros santos, y que se les debe dar el correspondiente honor y veneración”[8]. Esto nos hace pensar que Miguel Jerónimo Martínez, fungía como “policía”, que en la época, que no era otra cosa que la concretización en el público de los principios del buen gobierno[9]. La policía “corresponde al público en su conjunto y responden a consideraciones de responsabilidad moral, como ante la precaución por la eficiencia de las medidas del gobierno”[10]. Esta vigilancia, ejercida por los vecinos, llevaba al bien común. “Se creía que la salvación no podía alcanzarse en condiciones de discordia […], ésta dependía estrechamente del orden, mismo que era tributaria del respeto a la justicia”[11]. Este orden estaba a cargo por los vecinos o habitantes del pueblo, ellos eran los encargados de hacer cumplir el orden establecido por la Iglesia y la política de la época. Así pues, la responsabilidad moral y espiritual de Martínez se vio reflejada en la petición de la licencia para la construcción de una ermita para resguardo de la Cruz del Calvario. Además, apeló a actividades que correspondían a la decencia del lugar sagrado pues la cruz “se halla […] sin ningún cerco, ni sombra y por esta causa se experimenta el que los jumentos y otros animales lleguen a refregarse al sagrado madero”[12]. Los lugares que no estaban custodiados por las jerarquías, monasterios o iglesias, corrían el peligro de que se cometieran actos que dañarían la moralidad de la comunidad, por ello para “apoyar la demanda de un terreno libre, se denunciaban “escándalos” y ‘ofensas a Dios’ que se autorizaba si el terreno se encontraban en soledad y abandono”[13]. Según Annick Lempérière, a finales del siglo XVIII, “en verdad deseaban [los habitantes o vecinos del lugar] asegurar la ‘decencia’ del entorno inmediato a su devoción. […] El ideal era un espacio lleno, ocupado y organizado por todas aquellas formas de sociabilidad que establecían los vínculos religiosos”[14]. Si bien deseaba, Miguel Jerónimo Martínez, un ideal lleno de catolicismo, también, como vecino del pueblo de San Juan, buscaba obtener una cercanía a un templo, a una iglesia. Pues era vecino del pueblo de San Juan y, posiblemente, vivía cerca de la Cruz del Calvario[15]. La cercanía a un templo o monasterio ofrecía bienes espirituales, que iban desde los auxilios a la hora de la muerte (por ejemplo, como los santos óleos) hasta bienes después de la muerte (la salvación del alma). Podemos creer que este tipo de prácticas[16], pueden entenderse como una manera de protección espiritual individual que serviría, también, para un bien público. Al mandar hacer la ermita, podemos interpretarlo como servicio para el auxilio espiritual, para alcanzar de Dios los beneficios por Jesucristo, tanto para él como para la gente que asistiría a honrar a la cruz dentro del templo. Además, la cruz contaría ya con un lugar decente. Al realizar la ermita, serviría para que la gente se acercara al templo, para llevar los bienes espirituales al común. Era una obra útil para el colectivo. Ahora bien, “la idea misma de utilidad y de servicio es la que siempre justificaba a la fundación, puesto que hubiera sido impensable emprender dañina”[17]. La utilidad y la caridad daban como resultado la reciprocidad: quienes fundaban una corporación buscaban que los beneficiados hicieran oración constante por los benefactores, para la salvación de sus almas. No obstante, la utilidad no siempre buscaba un beneficio para la comunidad. Tanto la utilidad como la caridad se podían invocar para obtener beneficios particulares.
Nos encontramos ante una situación distinta, si bien Miguel Jerónimo Martínez pidió licencia para custodiar la Cruz del Calvario, por su fe y porque lo dictaba la religión católica, podemos imaginarnos que era un hombre rico, ya que él mismo dijo que quería “labrar y fabricar una ermita o capillita a mi costa, según mi posibilidad sin que para esto sea necesario limosnas”[18]. La concepción de riqueza no era mal vista si se ganaba de forma honesta y si se empleaba para un bien común mucho menos. Sin embargo, al mismo tiempo existía un interés particular del benefactor por su alma, también había un interés temporal, por ejemplo la realización de las obras buscaba un prestigio o mantenerlo. Las riquezas permitían crear una diferenciación social, jerarquizarse entre la sociedad[19].
Sin embargo, ¿podemos interpretar la licencia de construir un templo para la cruz como una limosna o donación? Primeramente “las limosnas concernían a todas las empresas calificadas de útiles al público y era practicada por todas las categorías sociales”[20]. Las limosnas también servían para jerarquizar a la sociedad, puesto que las personas acaudaladas dejaban cierta parte de su herencia al clero[21], ya fuera para la salvación de su alma, es decir, para que el clero o los fieles beneficiado por la construcción del templo o monasterio, rogaran por el perdón de sus pecados. También, esto permitía hacer visible lo que parecería invisible: la caridad servía para hacer notar que el rico era bueno, y que él era el ejemplo que debía de seguir la sociedad. Las donaciones servían para hacer ver que los que donaban creían en la Iglesia católica y reafirmaban su prestigio como católicos en una sociedad en la cual era una obligación serlo, y a su vez, hacían ver a la sociedad los privilegios que ostentaban; de la misma manera, las peticiones de licencias servían para hacer notar el prestigio y privilegios de los solicitantes.
Consideramos que la construcción del templo para custodiar la Cruz del Calvario, puede entenderse en términos de donaciones, que servirían para bienes individuales y colectivos. Individuales, porque tendría una protección en vida y después de la muerte. Colectivos, porque la gente tendrían un lugar en donde se pudiera reunir para honrar a la Cruz, rezarle y pedir por las necesidades temporales y espirituales. Como lo pedía la Reforma católica. Además, esta práctica servía para mostrar la manera en que se debía de comportar el resto de la sociedad, es decir, ofrecía un ejemplo del buen cristiano. En fin, era una oportunidad para mostrar la fe que tenía en la Cruz del Calvario, mostrarse como un buen católico, comprometido con el bien común y mostrando el buen ejemplo. Se mostraba y adquiría un mayor prestigio como católico.
Cabe preguntarnos, por qué los peregrinos o cualquier tipo de gente amarraba a sus animales en la Cruz del Calvario. Es decir, si Miguel Jerónimo Martínez había entendido o tenía consciencia de lo que la Iglesia católica postulaba, por qué las personas que “profanaban” la cruz no. Esto nos puede sugerir que Miguel Jerónimo Martínez, pertenecía a las jerarquías del pueblo que, posiblemente, sabían leer o que de alguna manera les llegaban las informaciones clericales. El que los peregrinos o vecinos amarraran a sus animales a la cruz, se debe, probablemente, a una cuestión distinta. Miguel Jerónimo Martínez, consideraba una ofensa el que se ataran animales a la cruz porque la cruz ya formaba parte del imaginario de la sociedad. La profanación de la Cruz del Calvario no implica una negación de la divinidad o una falta de creencia en la cruz. “El blanco de [las] agresiones [a las imágenes] no sólo deja de ser un objeto dotado de un carácter sobrenatural sino que a menudo su gesto profanador viene a acentuar su sobrenaturalidad. […] El sacrilegio es lo contrario de una reducción a lo material”[22]. Aunque esto último es aventurado decirlo, debido a la falta de expedientes que nos corroboren esta idea, imaginamos que, si bien se ataban a los animales en la cruz porque no existía un lugar en dónde descansar, también, puede verse esta profanación como una negación de algo que existe, que se piensa. Por ello, el clero del pueblo de San Juan no fue el que hace la denuncia, sino un vecino que fungía como policía. Al profanar algo de la divinidad no se entiende como una profanación misma, sino al contrario, acentúa su carácter sobrenatural, se profana porque se cree. Esto sería una posible respuesta al por qué no actuó el clero de forma directa[23].
Debemos señalar, e insistir, que no contamos con mayor información sobre Miguel Jerónimo Martínez para hacer un análisis más amplio. Lo que podemos decir es que, en parte, la Reforma católica llegó a instaurarse en la mente de un hombre, que la reflejó al pedir la licencia para realizar un templo para custodiar la Cruz del Calvario. Aunque fuera por adquirir algún prestigio social y religioso, resulta factible pensar que existía una preocupación por llevar a cabo las normas que postulaba la Reforma católica. Normas que lo llevarían a obtener un bien espiritual como la salvación de su alma.
Debemos agregar que el expediente, también corresponde al periodo de las Reformas Borbónicas, en el cual se trataba de consolidar el poder en un solo mando, en el rey. Estas trataron de erradicar las creencias supersticiosas y religiosas, dando más prioridad a la razón como vehículo para regir a la sociedad. Estuvieron inspiradas en las ideas de la Ilustración, que consistían en la confianza de la razón humana, la oposición a la ignorancia, el descrédito a las tradiciones, la ciencia y la tecnología como medios para transformar el mundo y la búsqueda de la solución de los problemas sociales en la razón y ya no en la religión[24]. Las Reformas Borbónicas trataron de ser impuestas en la Nueva España desde los primeros años del siglo XVIII sin embargo, entrarían en vigor a mediados del siglo. Sin embargo, estas ideas de la Ilustración no llegaron a concretarse del todo. Por ejemplo, según Antonio Annino, nos dice que en el siglo XIX, la sociedad mexicana no estaba del todo secularizada. La religión continuaba siendo la organizadora de la sociedad siguiendo pautas muy semejantes a las del siglo XVII[25]. La religión estaba tan impregnada en la organización social, que para secularizar a la sociedad mexicana del siglo XIX se echó mano de las fiestas de los santos patronos para implementar los eventos cívicos. Se hizo un sincretismo político-religioso en las fechas festivas. En fin, se ayudó de una cultura visual a la que los pueblos, mediante la imagen religiosa, ya estaban acostumbrados.[26]
Archivo
ARCHIVO HISTÓRICO DEL ARZOBISPADO DE GUADALAJARA (AHAG)
AHAG, Gobierno, Parroquias, San Juan de los Lagos, caja 1 1639-1798. Exp. 18. Solicitud para la construcción de capilla para la cruz del Calvario. 1733.
Bibliografía
Annino, Antonio, “Pueblos, liberalismo y nación en México”, en François-Xavier Guerra y Antonio Annino (coords.), Imaginar la nación. Iberoamérica, siglo XIX, México, Fondo de Cultura Económica, 2003, pp. 399-430.
Delumeau, Jean, El catolicismo de Lutero a Voltaire, Barcelona, Labor, 1973.
Gruzinski, Serge, La guerra de las imágenes. De Cristóbal Colón a “Blade Runner” (1492-2019), México, Fondo de Cultura Económica, 2001.
Jáuregui, Luis, “Las Reformas Borbónicas”, en Nueva Historia Mínima de México, México, El Colegio de México, 2013.
Lempérière, Annick, Entre Dios y el rey: la república. La ciudad de México de los siglos XVI al XIX, México, Fondo de Cultura Económica, 2013.
Mayer, Alicia, “El culto de Guadalupe y el proyecto Tridentino en la Nueva España”, Estudios de Historia Novohispana, Vol. 26, (2002).
Po-Chia Hsia, R., El mundo de la renovación católica 1540-1770, Madrid, Akal, 2010.
Rogues, Jean, “Catolicismo”, en Delumeau, Jean, El hecho religioso en el mundo, México, Siglo XXI, 1997, pp. 87-104.
Sesión XXV, “La invocación, veneración y reliquias de los Santos, y de las sagradas imágenes”, en El Sacrosanto y Ecuménico Concilio de Trento, 1546, pp.178-180.
[1] Concilio de Trento, Sesión XXV, “La invocación, veneración y reliquias de los santos, y de las sagradas imágenes”, p. 179.
[2] Concilio de Trento, Sesión XXV, “La invocación, veneración y reliquias de los santos, y de las sagradas imágenes”, p. 178.
[3] AHAG, Gobierno, Parroquias, San Juan de los Lagos, caja 1 1639-1798. Exp. 18. Solicitud para la construcción de capilla para la cruz del Calvario. 1733.
[4] AHAG, Gobierno, Parroquias, San Juan de los Lagos, caja 1 1639-1798. Exp. 18. Solicitud para la construcción de capilla para la cruz del Calvario. 1733.
[5] AHAG, Gobierno, Parroquias, San Juan de los Lagos, caja 1 1639-1798. Exp. 18. Solicitud para la construcción de capilla para la cruz del Calvario. 1733.
[6] AHAG, Gobierno, Parroquias, San Juan de los Lagos, caja 1 1639-1798. Exp. 18. Solicitud para la construcción de capilla para la cruz del Calvario. 1733.
[7] Gruzinski, La guerra… p. 73.
[8] Concilio de Trento, Sesión XXV, “La invocación, veneración y reliquias de los santos, y de las sagradas imágenes”, p. 179.
[9] Lempérière, Entre Dios y el rey… pp. 90-91.
[10] Lempérière, Entre Dios y el rey… p. 95.
[11] Lempérière, Entre Dios y el rey… p. 32.
[12] AHAG, Gobierno, Parroquias, San Juan de los Lagos, caja 1 1639-1798. Exp. 18. Solicitud para la construcción de capilla para la cruz del Calvario. 1733.
[13] Lempérière, Entre Dios y el rey… p. 132.
[14] Lempérière, Entre Dios y el rey… p. 132.
[15] AHAG, Gobierno, Parroquias, San Juan de los Lagos, caja 1 1639-1798. Exp. 18. Solicitud para la construcción de capilla para la cruz del Calvario. 1733.
[16] Debemos de agregar que no contamos con más expedientes para saber la posición social en la que se encontraba Miguel Jerónimo Martínez. Sin embargo, por lo que él mismo dice (mandar a realizar una ermita) suponemos que era una persona que contaba con dinero, una persona rica.
[17] Lempérière, Entre Dios y el rey… p. 43.
[18] AHAG, Gobierno, Parroquias, San Juan de los Lagos, caja 1 1639-1798. Exp. 18. Solicitud para la construcción de capilla para la cruz del Calvario. 1733.
[19] “La cultura religiosa autorizaba plenamente los gastos suntuarios que permitían a los patricios marcar públicamente su rango y su calidad, haciendo visibles la jerarquía y la desigualdad que condicionaban la conservación del orden social”. Lempérière, Entre Dios y el rey… p. 43.
[20] Lempérière, Entre Dios y el rey… p. 48.
[21] Lempérière, Entre Dios y el rey… p. 48.
[22] Gruzinski, La guerra… p. 171.
[23] Véase Gruzinski, La guerra… p. 171-172.
[24] Jáuregui, Luis, “Las reformas…”, p. 113.
[25] Antonio Annino, “Pueblos, liberalismo y nación en México”…, p. 421.
[26] Antonio Annino, “Pueblos, liberalismo y nación en México”…, p. 424.
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