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"Un mitrado laguense: fray Francisco García Diego, primer obispo de las Californias (1839-1846)

  • Sergio Francisco Rosas Salas Doctor en Historia y
  • 2 jul 2016
  • 6 Min. de lectura

Fray Francisco García Diego Moreno es un personaje importante de la historia de México y Estados Unidos, y es un natural de Lagos de Moreno. En líneas generales, destaca por haber sido misionero franciscano en la Alta California y primer obispo de las Californias entre 1839 y 1846. Su trayectoria nos permite recordar la importancia de Lagos como una villa que comunicaba el norte y el sur del virreinato de la Nueva España a través del Camino Real de Tierra Adentro. También nos deja reconstruir el fomento a las misiones hacia el norte mexicano en el primer federalismo y en particular la creación de un obispado en la década de 1830 como un mecanismo para fortalecer la presencia mexicana en California.

Fray Francisco García Diego nació aquí, en Lagos, el 17 de septiembre de 1785. Fue bautizado en la parroquia el 23 de septiembre de 1785 por el bachiller Tomás de Esquivel, siendo su padre Francisco García Diego y su madre Mariana Moreno, quienes fueron identificados como “hacendados y comerciantes honestos” naturales y vecinos de la villa de Lagos. Era sobrino-nieto del obispo Francisco Verdín y Molina, quien fue obispo de Michoacán y Guadalajara en los últimos años del siglo XVII, y según Agustín Rivera, era primo hermano de Pedro Moreno. Como se ve a través de estas relaciones familiares, fray Francisco tenía hondas raíces alteñas. También aquí recibió su confirmación en diciembre de 1788 de manos de fray Joaquín Granados, quien pasó por Lagos en su camino al obispado de Sonora. En 1802, a los 17 años, se trasladó al Colegio de Propaganda Fide de Guadalupe, Zacatecas, donde profesó al año siguiente como religioso de la Orden de San Francisco. Esta vocación implicaba la decisión de seguir un proyecto misionero que surgió a fines del siglo XVII, como el último eslabón de una larga cadena de proyectos misioneros franciscanos, cuyo último objetivo era expandir el cristianismo en la Monarquía Católica y renovar las costumbres entre los pueblos de frontera ya cristianizados. De este modo, la trayectoria de fray Francisco García Diego quedó ligada al proyecto de misión, aspecto que debemos tener en cuenta para comprender no sólo su función como obispo, sino la concepción misma de la diócesis californiana años después. El Colegio de Propaganda Fide de Guadalupe, Zacatecas, fue fundado en 1707, con religiosos llegados del Colegio de Propaganda Fide de la Santa Cruz de Querétaro, el cual surgió en 1683. Desde 1756, los misioneros de Guadalupe se dedicaron a fundar misiones en Texas, cuyo doble objetivo era detener la llegada de colonos anglosajones y franceses desde Louisiana y al mismo tiempo buscar la conversión al catolicismo de los nativos, como métodos para fortalecer la presencia novohispana en aquella región de frontera. La misión más famosa fue la de San José, en el actual San Antonio, que permaneció en manos de los misioneros de Guadalupe hasta 1808, después de que la Louisiana fuera vendida a los Estados Unidos, en 1803.

Estas experiencias previas hicieron que tras la expulsión de los jesuitas se considerara a los frailes de Propaganda Fide como los más aptos para ocupar los espacios misioneros que dejó la expulsión de los jesuitas en 1767. Según fray Francisco Morales Valerio, entre 1768 y 1790 los franciscanos se comprometieron a atender casi la totalidad de las antiguas misiones de la Compañía de Jesús, con lo que contaban a fines del siglo XVIII con unas 179 misiones en el norte de la Nueva España. En la Alta California, entre 1769 y 1821 los franciscanos de Guadalupe fundaron 21 misiones, que se extendían de San Diego en el sur a San Francisco en el norte, fundado éste en 1776.

Era así natural que la formación de fray Francisco García Diego tuviera como eje la predicación, con el objetivo de convertir al cristianismo fuera a los gentiles –aquellos indígenas que nunca habían tenido noticias de la fe cristiana– o bien, de reformar las costumbres de los cristianos. Según el “Método para hacer misiones que usa el Colegio de Nuestra Señora de Guadalupe de Zacatecas” que conservaba fray Francisco en 1840, “los asuntos de los Religiosos son: Amor de Dios, Pobreza, Obediencia, Excelencia de la Castidad, Silencio, Oración y otros a este modo”, aspectos no sólo útiles para convertir, sino que los religiosos mantuvieran la fe en un medio difícil como sin duda lo era California a principios del siglo XIX. En esta tónica, fray Francisco realizó su noviciado en Zacatecas en 1800, y profesó como religioso franciscano el 26 de noviembre de 1801, a los 16 años. El 21 de diciembre del año siguiente, 1802, profesó “a son de campana”. Después de su profesión se trasladó al Seminario Conciliar de Señor San José de Guadalajara, donde estudió filosofía y teología por 3 años hasta obtener el bachillerato en ambas disciplinas. Al concluir, en 1805, fue nombrado predicador de la orden, esto es, maestro de los franciscanos. En 1808, finalmente, fue ordenado por el obispo Primo Feliciano Marín en la catedral de Monterrey el 14 de noviembre de 1808.

Los años siguientes fray Francisco permaneció en el Colegio de Guadalupe, enseñando teología y llegando incluso a ser maestro de novicios, esto es, el fraile encargado de acompañar a los jóvenes que aspiraban a tomar el hábito durante el año de noviciado. Entre otros puestos en el Colegio de Guadalupe, fray Francisco fue también lector de filosofía, vicario, lector de sagrada teología, secretario de visita y comisario prefecto de misiones. Tras esta intensa formación, fray Francisco García Diego fue remitido en la década de 1820, ya tras la independencia mexicana, a las misiones que los franciscanos solían hacer entre los huicholes. Las misiones en tierras huicholas partían del propio Colegio de Guadalupe, y recorrían las diversas poblaciones tras permanecer algunos días en Bolaños. En ellas los frailes utilizaban lo que el doctor David Carbajal ha llamado, al estudiar a los frailes del Colegio Apostólico de San José de Gracia de Orizaba, una “pastoral espectacular”, que hacía énfasis en figuras del infierno para impactar y atemorizar a los escuchas e impulsar así su conversión. Después de la Guerra del Mixtón a mediados del siglo XVI, el territorio que hoy ocupa la frontera entre Jalisco, Nayarit y Zacatecas permaneció como un territorio inhóspito para la colonización española, que bien podía considerarse una frontera apenas salvada por el puerto de San Blas al occidente y el Camino Real de Tierra Adentro, al oriente. Ignoro los frutos prácticos de esta labor. Estas primeras entradas en tierras de misión formaron la labor práctica de fray Francisco García Diego, quien a través de estas incursiones conoció de cerca la labor misionera y se formó durante los años del federalismo mexicano como un eclesiástico que además de preocuparse por la propagación de la fe, veía en la labor de los frailes de los Colegios Apostólicos de Propaganda Fide un método para extender la paz y el buen gobierno, esto es, para garantizar el control de los territorios difícilmente controlados por las autoridades ya entonces mexicanas. La labor de García Diego en estos años revela, entonces, que la misión religiosa, particularmente franciscana, asumió en México los mismos objetivos que había tenido la misión en Nueva España; en una sociedad donde la separación entre las esferas civiles y religiosas aún no se había concretado, la misión era fundamental para establecer el control y dominio de ciertas poblaciones o territorios tradicionalmente poco propicias a la presencia hispánica –sea por abierta hostilidad o por escaso contacto–, que podían y debían allegarse ante todo a través de la propagación de la fe. La labor de los misioneros franciscanos, en ese sentido, no era sólo una labor religiosa: traía consigo también un importante objetivo civil.

Estas premisas guiaron la llegada de fray Francisco García Diego a California. Fue enviado como Prefecto de Misiones de las Californias, cargo otorgado por el propio Colegio de Propaganda Fide. Llegó a la misión de San Diego de Alcalá a fines de 1832, la cual era de hecho la base de las misiones franciscanas en la Alta o Nueva California. Desde este lugar envió una carta el 1 de abril de 1833 al obispo de Puebla, Francisco Pablo Vázquez –el motivo de mis desvelos–, informándole del estado de las Californias y la necesidad de gestionar ante la Santa Sede y el gobierno de México diversas concesiones para la mejora de las misiones en la región. En conjunto, el proyecto pastoral de Fray Francisco García Diego en las Californias se preocupó por la autonomía de la jerarquía eclesiástica frente al poder civil, así como por el fortalecimiento del obispo como cabeza del (nuevo) obispado, incluso en uno formado exclusivamente por clero regular. Fray Francisco García Diego proyectaba una Iglesia misionera, preocupada por la conversión de los infieles y la reforma de costumbres de los blancos, cuando no su conversión también al catolicismo. Esta reforma de la Iglesia tenía tras de sí no sólo la evidente preocupación por la fe y el cuidado pastoral de una sociedad exclusivamente católica, sino el afianzamiento del dominio mexicano en California.

Como toda historia tiene un final, fray Francisco García Diego murió el 30 de abril de 1846 en Santa Bárbara. Había iniciado ya la guerra México-Americana, que concluiría con los tratados de Guadalupe Hidalgo que cedieron a los Estados Unidos el territorio de la Alta California. En 1853 el gobierno mexicano inició los trámites para crear un nuevo obispado en la península de Baja California, aunque la restructuración eclesiástica debió esperar hasta el triunfo de la República. Estos infortunios ensombrecieron la memoria de un mitrado laguense que vale la pena tener en cuenta como un capítulo importante de la historia de Lagos.

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